sábado, 8 de noviembre de 2014

La cocina del aceite de oliva

13gastrSe podría decir que la cultura gastronómica del Mediterráneo tiene en el pan, el vino y el aceite de oliva sus tres pilares fundamentales, si bien estos tres ingredientes, que participan por igual en los aspectos alimenticios y nutritivos, no tienen la misma presencia en el rito y la liturgia gastronómica. El pan, sin lugar a dudas, es quien convoca a la mesa, amparado en las connotaciones místicas que las culturas mediterráneas le han otorgado a través de los siglos. El vino es quien entretiene, llegándose a decir de él que es la “parte intelectual de la comida”.
Pero el aceite tiene una labor menos visible, podíamos decir que más espiritual, aunque no por ello menos apreciable: El aceite de oliva es, en todo caso, quien mantiene a los comensales en la mesa, quien los ata al goce gastronómico, porque a él, y sólo a él, la gastronomía le encomienda que sea el integrador de todos los sabores. Un buen vino podrá remediar en parte una mala comida, pero un mal aceite es capaz de echarnos a perder el mejor de los manjares. En definitiva: Un buen aceite de oliva sublima todos los ingredientes de cualquier guiso.
En Jaén, que es sobre todo tierra de olivos, pero que también tiene sus buenos vinos y unos inmejorables panes, esta función de actor discreto, pero primordial, que se la ha dado al aceite en la escena gastronómica, se ve reflejada en multitud de platos cuya elaboración comienza poniendo aceite de oliva a calentar en una sartén, como es el caso de los tradicionales fritos, sean de carne, pescado, verduras o masas de repostería, o culminando otros platos tan nuestros como las pipirranas.
La elaboración de las pipirranas finaliza con un generoso chorreón de aceite de oliva virgen extra, que exhala un sabor afrutado característico, aromático, recordándonos su olor la fragancia de las hierbas recién cortadas

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